martes, 23 de septiembre de 2014

COLAS DE GALLO I


           Esto de intentar desvelar misterios medievales tiene normalmente pocas recompensas tangibles, pero alguna vez, como quien no quiere la cosa, ocurre que las reinas de Castilla dejan de rezar a vírgenes que no les corresponden en absoluto, lo cual agradezco mucho a los asesores históricos de la serie de TVE “Isabel” -que igual hasta leen este blog-, pues dicha señora no pintaba nada postrándose de hinojos ante Santa María la Real de Pamplona, aunque esta misma semana una más que probable admiradora suya -ínfulas de reina desde luego no le faltan- tratase de hacer  lo mismo, con las consabidas y propagandísticas intenciones que acostumbra...

Capítulo 28 de "Isabel"

Capítulo 28 de Isabel




Y para quien quiera entenderlo mejor:



Pero quédense Castilla y Aragón allá lejos, y centrémonos en Navarra, que tiene muchos misterios medievales aún por desentrañar. Y uno de ellos es este del que hoy voy a ocuparme. Veamos: 

El 14 de abril de 1366, el rey Carlos II reconoce que ha recibido de Sancho, mercader de Sangüesa, 1353 escudados de oro viejo en paños, de los que tenía gran necesidad.

            El 27 de octubre de 1366 ordena al mismo Sancho, que además es recibidor de impuestos en su localidad, que pague a Gastón de Los Arcos 62 florines y tres cuartos que pagó por dos paños en nombre del rey.

            El 29 del mismo mes, que pague también a Peyre de Nadils, médico real, otros 60 florines de oro por los gastos de viaje que había hecho para visitarle.
                     
            El 8 de diciembre el rey ordena a los oidores de comptos que del dinero recaudado por Sancho como comisario de impuestos de la villa y de la merindad de Sangüesa, se deduzcan los 1353 escudados de oro que se le debían desde el mes de mayo.

            El 1 de febrero de 1367, Juan du Tilleul, clérigo al servicio de la reina Juana, reconoce haber recibido de Sancho otros 300 florines de oro.

            El 2 de julio de 1369, Pascoal Gadayn recibe 100 florines (que son 65 libras de carlines prietos) de manos de Sancho, “peajero” de Sangüesa.

El 18 de octubre del mismo año, el tesorero García Sanchiz de Ubilcieta, ordena que se devuelvan a Sancho, mercader de Sangüesa, las 160 libras y 10 sueldos de carlines prietos que había prestado al rey.

El 5 de enero de 1370, Sancho, tributador del peaje de Sangüesa, entrega a Jehanín Aubery, 50 libras de carlines negros.

El 16 de marzo de 1371, Sancho, mercader, vecino de Sangüesa, recibe 50 libras de carlines prietos, en deducción de cierta cantidad que le debía el señor rey.

El 5 de septiembre de 1371, la reina Juana ordena que se den 50 libras de carlines prietos a Sancho, mercader de Sangüesa, por un mulo que compró y dio a Jacques de Penahoydit, caballero del rey de Francia, para su viaje a Castilla, para tratar de negocios en entre los reinos de Castilla y Navarra.

Al año siguiente, Sancho, vecino y tributador del peaje de Sangüesa, suplica a los oidores de comptos que deduzcan del tributo del año 1371, 50 libras de carlines prietos, debido al perjuicio causado por los aragoneses, que robaron todas las mercaderías, por lo que ni los mercaderes de Navarra osaban ir a Aragón, ni los de Aragón a Navarra, por espacio de los meses de octubre, noviembre y diciembre del citado año.

El 15 de septiembre de 1374, el rey Carlos II ordena a todos los merinos, sozmerinos, bailes, prebostes, justicias, almirantes y a todos los demás oficiales del reino que defiendan de toda fuerza, injuria y violencia a Sancho, mercader de Sangüesa, y también a su familia y bienes porque, atendiendo a su súplica, lo ha recibido en su especial salvaguardia y protección.

El 26 de mayo de 1375, Carlos II pide a Sancho, mercader de Sangüesa, que le envíe a Tudela 10 piezas verdes del mejor paño de Aragón que encuentre en su villa.

El 21 de julio del mismo año, el  rey ordena al tesorero real, Guillem Plantarosa, que pague a Sancho, mercader de Sangüesa, 89 libras y 4 dineros por los paños vendidos para vestir a gentes de su hostal. Las telas son de lo más variadas: 3 codos y un tercio de Limoges, 93 codos de Ripoll, 17 codos y medio de inglesa y 5 codos de verde.

El 25 de agosto, Carlos II ordena que se pague a Sancho, mercader de Sangüesa, 22 libras de carlines prietos por los gastos que hizo con su cabalgadura y un mozo durante 22 días, yendo a Zaragoza y a Peralta y regresando a Pamplona por cierto negocio que le había encomendado.

El 18 de octubre de 1376, el alcalde y jurados de la villa de Sangüesa dan poder a Martín Miguel de Añués, consejero del rey, a Mateo Periz de Oloriz, bachiller en decretos, a Sancho y a Pascual Gadayn, para que puedan jurar la observancia de cierto artículo contenido en el tratado de paz con Castilla, en relación con la sucesión del reino.

El 29 de enero de 1379, Amigo de Garriz, escudero, reconoce que ha recibido 700 florines de manos de Sancho, alcalde de Sangüesa y comisario para recibir la ayuda de los 60.000 florines en la villa.

El 30 de noviembre de 1379, Sancho, alcalde de Sangüesa, certifica con su sello que Martín Martiniz de Uriz, caballero, merino de tierras de Sangüesa, ha recibido 110 libras de carlines prietos por sus caballerías del año de la fecha.

Por último, el 27 de noviembre de 1389, Sancho, alcalde y guardasellos (notario) del rey Carlos III en Sangüesa, certifica haber consultado la concesión real a Pere Arnalt, clérigo, de la guarda de los palacios de la dicha villa, para que morase en ellos.    


Ahí tenemos pues resumidos casi 25 años de la vida de un vecino de Sangüesa –y no un cualquiera, precisamente- jalonados por su fulgurante ascenso social desde sus inicios como mercader de telas, pasando por el puesto de comisario-cobrador de impuestos, tributador del peaje de la villa,  mensajero real, jurado de los tratados de paz con Castilla, hasta acabar nada menos que como alcalde y guardasellos del rey en Sangüesa.

Al disponer evidentemente de facilidades económicas, es además prestamista habitual del siempre necesitado Carlos II y de su mujer la reina Juana, a quienes frecuenta y para quienes desempeña ciertas misiones diplomáticas, hasta el punto de conseguir que el rey lo reciba “en su especial salvaguardia y protección”.

¿Y qué tiene de misterioso o especial este don Sancho, uno más entre tantos personajes que se mueven alrededor de la corte navarra?

Pues tengo para mí que su condición de alcalde de Sangüesa.

Este cargo, según J. J. Uranga en su libro “Ujué medieval” llevaba aparejado acudir cada año en romería a aquel santuario, llevando su insignia de regidor en la mano, que era un palo verde con el escudo y armas de su villa. Durante la noche, ponían orden en las filas de hacheros, y en el ofertorio de la misa se acercaban al altar, primero los parroquianos de Santa María, después los de Santiago y, por último, los de San Salvador. 

Esta costumbre debió mantenerse al menos hasta mediados del siglo XVI, cuando la Iglesia prohibió peregrinar y celebrar romerías a lugares demasiado lejanos. Y Sangüesa dista sus buenos 40 kilómetros de Ujué. Serían sin duda los romeros anuales que llegaban desde más lejos. 

Además, como me recuerda Mikel Burgui, que es el que más sabe de este tema con diferencia, hasta la creación de la merindad de Olite por parte del rey Carlos III el Noble, Uxue formó parte de la de Sangüesa, como sin duda sabría un recibidor de tributos como Sancho...

¿Y qué, si ni siquiera sabemos cómo se apellidaba el tal Sancho?

A eso voy, porque sí que lo sabemos. Su nombre completo era Sancho de Oyllasco. O de Oillasco. O de Olasco. O de Ollasco, que de todas esas formas aparece transcrito en la documentación.

No parece gran cosa, hasta que traducimos al castellano su apellido y vemos que quiere decir “Gallo”. ¿Y qué animal aparece en lugar muy destacado de la portada de Ujué, justo al lado de un misterioso y arrodillado peregrino, ataviado con una elegante esclavina y unos lujosos guantes, como correspondería a un mercader de telas, y sobre todo a un alcalde romero?



Pues efectivamente, un hermoso gallo que lleva haciendo correr ríos de tinta desde  que fue tallado allá por los mismos años en que Sancho de Oillasco ejercía su cargo: el último cuarto del siglo XIV.

¿Un poco cogido por las plumas el argumento, no?

Puede ser, pero si consultamos el catálogo de sellos medievales de Navarra, y vemos el de don Sancho, comprobaremos que usaba un cuartelado: en el 1º y el 4º un gallo, en el 2º y 3º un fajado.

Sello de Sancho de Oillasco
Pues no está el gallo solo, así que…

Así que seguimos consultando el catálogo, y aparece también el signeto (sello de pequeño tamaño que remarcaba la intervención personal de su poseedor en algún asunto, donde quería que quedase claramente reflejada su voluntad) que empleaba Oillasco, que representa a un gallo que mira hacia la derecha, casualmente como el de Ujué…

Signeto de Sancho de Oillasco
Por cierto, que en todo el abundantísimo corpus de sellos medievales navarros, formado por miles de improntas, únicamente otra persona más además de Oyllasco lució un gallo: Miguel de Galar, portero de la ciudad de Tudela entre los años 1375 y 1382.

Sello de Miguel de Galar
El de portero era un puesto de oficial subalterno al servicio de la corona, que se encargaba fundamentalmente de hacer cumplir las ordenanzas en asuntos menores y de ejecutar los mandamientos judiciales (pequeños embargos, multas), así que no tiene nada que ver la trayectoria administrativa de mi tocayo con la a todas luces mucho más exitosa de don Sancho de Oyllasco. Ni que decir tiene que los posibles económicos de ambos eran también muy distintos, así que ni hablar de que Miguel pudiese pensar siquiera en acometer la construcción de la portada del templo preferido por los reyes, a quienes quizá sólo llegó a ver de lejos en alguna de sus visitas a Tudela...

Pero alma de cántaro, ¿no dijiste tú mismo hace años que el desconocido donante tenía que ser el obispo Robert Le Coq, fiel servidor del rey Carlos II, cuyo apellido remitía además indudablemente al gallo de la portada?


Sello del obispo Robert Le Coq

Armas del obispo Robert Le Coq
Pues sí, pero aprovechando la sabia e inaprensible enseñanza de San Agustín: “Yo soy dos, y estoy en cada uno de los dos por completo”, digo ahora que por esa misma regla de tres puede ser perfectamente don Sancho de Oillasco el representado en el tímpano. Hay tantas pruebas para semejante atribución como para las que aseguran que en realidad es el infante-gobernador don Luis de Beaumont, el propio rey don Carlos II o una especie de “peregrino desconocido”, que representaría a todos los romeros que se acercasen al santuario.

Es más, sigo pensando que la cercanía física entre el donante y el gallo tiene necesariamente que querer decir algo, así que envido más sobre mi primera opinión, que otorgaba el premio al francés obispo Robert Le Coq, y opto ahora por el producto nacional apostando por Sancho de Oillasco, del que sabemos frecuentó la corte navarra durante los años en que se estaba levantando el templo gótico de Ujué –el preferido por Carlos II-, que por su cargo de alcalde él mismo debía visitar al menos una vez al año (por no contar las visitas que tuvo que hacer además como recaudador de impuestos de toda la merindad),  y que disponía de recursos económicos suficientes como para sufragar la construcción de su portada, dejando para la posteridad testimonio de su devoción al hacerse representar arrodillado ante Santa María por los siglos de los siglos.


Y el que venga detrás, que arree…





Y también es altamente interesante leer el libro de C. Martinez Alava: "Ujué, la montaña sagrada".

©Mikel Zuza Viniegra 2014