miércoles, 28 de agosto de 2013

CASINO ROYAL

Palacio Real de Pamplona, 28 de agosto de 1190


-¡Maestro, maestro, sé que estáis ahí dentro, abridme la puerta!

-¿Pero qué queréis, doña Berenguela? Pensad que me quedan muy pocas horas para terminar el regalo de vuestro futuro marido, cuya terrible cólera sentiré si no os lo entrego a vuestra entera satisfacción...

-Por eso no os preocupéis, que ya sabré yo domar ese genio a su debido tiempo. En cuanto a la preciosa joya que os afanáis en acabar...

-¿Pero cómo, acaso la habéis contemplado ya? La orden del rey era que no debíais hacerlo hasta mañana.

-Tranquilizaos, maestro, que no estamos hablando de mi vestido de novia, sino de vuestro maravilloso trabajo. Si pensabais acaso que este palacio nuestro de Pamplona era lo suficientemente seguro para la curiosidad de tanta infanta junta, evidentemente os equivocabais. Por cierto que a  mis hermanas Constanza y Blanca también les ha encantado. Aunque hay un pequeño detalle que nos parece que podría corregirse...

-Pero si casi no hay tiempo ya para cambio alguno, ¿a qué os referís exactamente?

-Es sólo una ligera variación. Una molestia apenas para vuestra demostrada capacidad artística. Tan sólo quiero que sustituyáis la cartela que porta el ángel del Tetramorfos que rodea a Santa María...

-¡Pero si justo ahora mismo me estaba dedicando a esa pieza concreta, que además es un encargo personal del propio Ricardo, no puedo hacer eso!

-¿Acaso este retablo no es un regalo nupcial para mí? ¡Pues entonces pondréis el broche final que yo os diga, o mañana rechazaré vuestro trabajo y tendréis que explicar a Ricardo que nuestra proyectada boda no se celebrará porque vos no habéis querido complacer un simple capricho mío! ¿Estáis dispuesto a afrontar semejante responsabilidad?

-Pero señora: pensad que lo que ha quedado reflejado en esa cartela es una muestra muy personal no solo de una de las aficiones más arraigadas de vuestro prometido, sino que además encierra un mensaje muy particular, pues no hay lance más principal en el mundo que el allí ha quedado representado por orden suya.

-¿Que no hay envite más importante que ese? Dejad que me ría, maestro, porque es evidente que desconocéis este otro que aquí os traigo, que os aseguro que es mucho más trascendente y distinguido que ese que decís.

-Pero no conozco esas figuras que me mostráis, alteza.

-No os preocupéis, maestro, que yo os alecciono: estos tres que veis aquí son mi abuelo don García, el restaurador de mi dinastía, mi padre don Sancho, que tiene acreditada fama de sabio, y este otro es mi hermano, también llamado Sancho, que algún ceñirá la corona de nuestros antepasados.

-¿Y esta otra figura?

-Tan sólo una pequeña muestra del cuantioso Tesoro del que dispone Navarra. Para que vean en Aquitania e Inglaterra que somos tan ricos o más que ellos.

-Si vos lo decís, así será, pero no sé yo cómo se lo tomaría Ricardo...

-Por mí puede hacerlo con dos terrones de leche y a las five o'clock. ¿No es así cómo toman todo los ingleses?

-Os pido por última vez que reflexionéis, doña Berenguela. Ved que vos desconocéis también el misterio que encierra la disposición ordenada por vuestro prometido. Permitidme explicárosla tal y cómo me la describieron a mí, pues os confieso que soy totalmente lego en estas competiciones. Estos son los Diez regimientos que marchan siempre a sus órdenes. Este gran caballero es Mercadier, su brazo derecho en la batalla. Esta es la reina, su madre doña Leonor de Aquitania -flor y modelo de todos los trovadores-, a la que muy pronto conoceréis. Este es él mismo Rey Ricardo, como podréis colegir comparándolo con el retrato que os envió. Y esta última es, no una pequeña muestra del tesoro inglés, sino de su gran poderío militar y su inmensa capacidad de levantar innumerables Lanzas en cualquier lugar de occidente. ¿Comprendéis ahora, alteza?

-Sí, claro que comprendo. Comprendo perfectamente que como no hagáis lo que os solicito, esos lanceros que decís peinarán todo el país del Lemosín hasta dar con vos, y será lo mismo que os escondáis en la aldea más remota o en el castillo más ruinoso, porque el caso es que en la mazmorra donde pasaréis el resto de vuestra vida no podréis ya acometer trabajo de esmaltería alguno, lo que sería sin duda muy gran pena para el mundo del arte. Así que aquí os dejo mi diseño, y cuando mañana mi fiel senescal Sagastibelza venga a conduciros hasta la gran sala donde toda la corte aguardará expectante a que descubráis el regalo de mi novio, espero por vuestro bien que mis deseos hayan sido cumplidos, maestro. Hasta mañana.

-Dios mío, con las mujeres no hay manera... ¡Gauthier, Gauthier!

-Aquí estoy, señor.

-Ah, querido discípulo, prepara a toda prisa nuestros pertrechos, y aparta unas monedas de plata del sueldo que el rey nos pagó, para sobornar a los guardas que custodian las murallas de esta ciudad.

-¿Pero cómo, nos vamos antes de entregar la pieza, maestro?

-Sí queremos salvar nuestras vidas, lo mejor es que desaparezcamos cuanto antes de aquí, pues hagamos lo que hagamos, saldremos seguramente perjudicados.

-Como queráis, aunque siento de veras abandonar el bullicio de las tabernas de la Tahurería de Pamplona, que mucho dinero había ganado ya en las partidas y juegos que en ellas se practican...

-¿De verdad se te dan tan bien esos entretenimientos inventados por el diablo, Gauthier? Porque entonces harás bien en explicármelos detenidamente mientras nos alejamos de Pamplona. Sí, en ese trayecto has de contarme con pelos y señales si es tan importante esa "escalera real" con la que el rey Ricardo quería que decorase el retablo. Y si puede considerarse a la misma como todo un símbolo inglés. Mas si consigo entenderte, entonces me aclararás sin demora la supuesta superioridad de las "treinta y una reales" con las que la princesa Berenguela acaba de amenazarme, y naturalmente si esa jugada es también un emblema inmarchitable de este reino de Navarra, pues todo este mundo de los naipes es ciencia ignota para mí, que soy un simple maestro orfebre...

-Por supuesto que os descubriré poco a poco ese fantástico y raudo pasadizo hacia la fortuna más cuantiosa, querido maestro Fournier. Y no se me ocurre mejor oficio para ganarnos la vida que el que empleéis a partir de ahora vuestro estupendo arte en la fabricación de cartas de juego, y que lo hagáis en la villa de Vitoria, que al fin y al cabo es ciudad también muy importante de este país en el que nos encontramos. Más... ¿no se enfadarán mucho mañana al ver vacía esa cartela tan solicitada por todos?

-Bah, para cuando se den cuenta ya estaremos tú y yo lo bastante lejos, así que les desafío a que reparen -ahora o en el futuro más lejano- en que les he dejado, además con las más elegantes abreviaturas y arcaizantes grafías griegas, mi firma muy bien dispuesta: Heraclio. Y por mí que Ricardo y Berenguela bajen juntos su condenada escalera y se vayan al diablo con las treinta y una reales de marras.  

-¡Bien dicho, maestro!

Fotografía de Manuel Sagastibelza





© Mikel Zuza Viniegra, 2013