miércoles, 20 de febrero de 2013

DON DE LENGUAS

Patio del palacio real de Pamplona, 20 de agosto de 1446


-Gracias por aceptar mi petición, monsieur Jacques.

-¿Y cómo podría yo haber rechazado la invitación de un príncipe soberano como vos, mon seigneur Charles?

-Precisamente por eso mismo: porque las reglas de la Caballería Andante no aconsejan justar contra reyes o príncipes, que son además quienes deben velar por que los encuentros se desarrollen de acuerdo a esas normas.

-Me fío de vos, señor príncipe de Viana. Por lo demás, la luna me parece juez suficiente de este combate secreto. La lástima es que no podamos enfrentarnos a caballo, Sire...

-Ni pensarlo. Si Agnes se entera de esto, tendría que irme a vivir a Olite por una buena temporada. Aunque ella es la responsable indirecta de este enfrentamiento oculto, pues si no perteneciese a la misma casa de Borgoña que vos honráis con vuestro famoso brazo, monsieur Jacques de Lalaing, yo os hubiese dado permiso esta mañana para justar con mis nobles. Alguno, como Juan de Luxa, ya tenía engrasada su armadura para hacer frente al mejor caballero del mundo.

-Exageráis, príncipe...

-Tan sólo repito los juicios que vuestros actos caballerescos merecen a vuestro cronista.

-¿Habéis podido leer mi livre des faits? No os aconsejo creerlo a pies juntillas. Pensad que el autor escribe a sueldo mío.

-¿Así que no es cierto este pasaje recién añadido?:


"CUANDO MI SEÑOR JACQUES PASABA POR LAS CALLES DE PAMPLONA, YENDO AL PALACIO DONDE LE ESPERABAN LOS PRÍNCIPES,
PUERTAS Y VENTANAS SE ABRÍAN Y SE LLENABAN DE HOMBRES Y MUJERES, DAMAS, BURGUESAS Y DONCELLAS, PARA CONTEMPLARLO A ÉL Y A SU ACOMPAÑAMIENTO;
Y NO HAY QUE ADMIRARSE DE ELLO, PUES ERA UNO DE LOS MÁS APUESTOS JÓVENES CABALLEROS QUE HABÍA EN SU TIEMPO, Y ADEMÁS IBA MUY RICAMENTE ATAVIADO Y VESTIDO CON UNA PRECIOSA ROPA CARGADA DE ORFEBRERÍA.
ERA ALTO Y ERGUIDO, BIEN HECHO Y BIEN FORMADO, DE HERMOSO Y AGRADABLE ROSTRO, DULCE, AMABLE Y CORTÉS, TENÍA EL ROSTRO DE HOMBRE ARROJADO, Y NADA EN ÉL PRODUCÍA MAL EFECTO.
LOS QUE LE VEÍAN PASAR ENCONTRABAN PLACER EN MIRARLO. FUE CONTEMPLADO MUY GUSTOSAMENTE POR DAMAS Y DONCELLAS, Y ES MUY DE CREER QUE HUBO ALGUNAS QUE LO HUBIERAN QUERIDO CAMBIAR POR SU MARIDO, SI ELLO HUBIESE SIDO POSIBLE”.

-Es que parescióme el otro día que las mujeres de este reino siempre suspiran por los caballeros venidos de otras tierras, príncipe...

-Y los hombres también, monsieur Lalaing: recordad que yo me casé con la hija del duque de Cleves. Y el poco idioma flamenco que he aprendido desde entonces es el que me ha servido para que vuestro cobista, perdón, quise decir vuestro cronista me dejase leer vuestro livre...

-¿Sabéis decir algo más en mi lengua?

-Sé decir: "Ik ou van je. En ik mis je vele kusjes". (Te amo y te extraño. Muchos besos)

-Ja, ja, ja. Eso no os valdría de gran cosa en un torneo, señor príncipe. 

-Depende de la clase de torneo de la que estemos hablando, monsieur Jacques...

-No os falta razón. Hacéis honor a vuestra fama de sabio... 

-Gracias, pero va siendo hora de que llevemos a cabo el asunto que nos ha reunido aquí. Es el momento oportuno, pues todo el mundo ha ido a ver las danzas en la plaza del Castillo y espero que no regresen hasta que nosotros dos hayamos dirimido nuestras pendencias. 

-Vamos a ello pues. ¿Decís que no utilicemos las hachas? 

-Prefiero la espada de doble mano. Con ella tendré alguna oportunidad de venceros. He leído lo suficiente de vuestro livre para saber que sois imbatible con el hacha. 

-No se me da mal, no. Las abolladas cabezas de muchos caballeros de toda Europa son mis testigos.Sea pues: nuestro combate será a espada de dos manos. Como veis yo traigo puesta mi armadura bajo la capa. A vos aún os falta colocaros el peto. Os ayudaré a ajustarlo. Es un poco antiguo y pesado, ¿no os parece, príncipe?

-Lo es, en efecto, porque es el que el armurero Simón de Rest hizo de traer de Milán para mi abuelo, el rey Carlos III el Noble. Me gusta y me he aficionado a llevarlo en estas ocasiones, por lo que estoy acostumbrado a su peso. Fijaos bien en la perfecta filigrana grabada en su frente. Son las divisas de mi real casa: el castaño con docenas de hojas perfectamente buriladas, a sus pies el lebrel blanco otea vigilante, y en los laterales brilla el triple lazo de los Evreux. 

-Obra magnifica es ciertamente esta cota, aunque me permito recordaros que el buen caballero no necesita más adornos que su valor. 

-Lo sé, mas me gusta portar estos recuerdos familiares. 

-Y hacéis bien, que con ello honráis a vuestra dinastía y a vuestro reino. Ahora cerrad la correa de vuestro yelmo y recordad: el vencedor será quien toque primero tres veces cualquier parte del cuerpo de su adversario. Y no confiéis en que mostraré escrúpulos ante vuestra condición principesca: una vez metido en la liza, no conozco ni a mi padre, os lo aseguro.

-Es justo lo que esperaba, que quiero saber hasta dónde llega mi pericia en este nobilísimo arte de la esgrima.

-¡En garde, prince Charles!

-Debe ser la suerte del principiante: mi primera acometida y ya os he privado del casco, monsieur Jacques...

-Debí atarmelo mal. No hay que confiarse ni ante el contrincante más primerizo. Pero no os preocupéis, que enmendaré rápidamente mi error...

-Llevaremos más de media hora de asaltos, y os confieso que si no fuera por este vinillo de Marcilla que tomamos a cada descanso, no podría yo mantener mi espada ante vuestra probadísima destreza, mi señor de Lalaing. 

-No os menospreciéis, señor principe, que habéis aguantado mis embates mucho mejor que caballeros dedicados en exclusiva a estos menesteres de la Caballería Andante. Y tenéis razón: este vino es soberbio. De camino a la corte de Castilla, he de pasarme por ese lugar de Marcilla a hacerme con unos cuantos odres. 

-Allí os recibirá encantado mosen Pierres de Peralta, señor de todas aquellas tierras. Bueno, decíamos que me ganáis por dos a uno, ¿no es eso?

-Sí, alteza. Un toque más y os habré derrotado. Mas no debe quedaros pesar por vuestro desempeño, que unirse a la lista de quienes yo he vencido, también es timbre de gloria.

-¿No decíais que el exagerado era vuestro cronista? Veo que tan sólo escribe al dictado...

-Os concedo la razón, príncipe. ¿Cómo dícen por estos reinos? "No tengo abuela". Tanto es así que voy a avisaros de dónde va a ir mi próxima estocada: al centro mismo del tronco de castaño que lleváis en vuestro pecho. 

-Demasiado fanfarrón, mon ami: paro vuestro ataque, amago hacia la izquierda, y girando bruscamente os golpeo en el costillar derecho. ¿Os ha gustado? Me lo enseñó el capitán de mi Guardia Real, que no en vano se apellida Puñal. 

-Muy bravo combatiente ha de ser ese, señor príncipe. Os envidio por tener tan leal elemento a vuestro servicio. Dos a dos. Quien dé el siguiente golpe será el ganador de este secreto combate. ¿Listo?

-Vaya, os agradezco que me permitáis recoger la espada que vuestro ímpetu me ha arrebatado de las manos, pero no me parece justo por mi parte hacerlo, señor de Lalaing. Vamos, acabad de una vez y certificad ya vuestra victoria.

-Pues como os dije antes, a talar vuestro castaño irá mi espada...

-Nee, als ik kan voorkomen dat het...! (¡No, si yo puedo evitarlo...!)

-¿Pero que has hecho, Agnes? ¡Has dejado sin sentido a Jacques de Lalaing! ¡El mejor caballero del mundo! ¡Aquél cuyo lema es: "No puedo ser vencido por ningún otro hombre"! ¡Y encima golpeándolo con un orinal en la cabeza! ¿Qué le diremos ahora?

-Puedes decirle que su lema sigue tan inmaculado como siempre, esposo mío, pues ningún hombre le ha vencido, que ha sido una mujer. Lo del orinal ha sido simplemente por ser la única pieza de metal que encontré en la galería, ¿y acaso no es lógico enfrentarse a un caballero cubierto de acero con un utensilio del mismo material? Considérate por tanto afortunado de que haya decidido yo volver antes que mis dueñas de las danzas del Chapitel, y que así nuestra divisa del castaño -que es tan mía ya como vuestra-, no haya de verse afrentada por tu derrota frente a un bravucón venido de Flandes...

-Ayúdame por lo menos a dejarlo apoyado en uno de estos arcos del patio, Agnes. Cuando su séquito regrese a palacio pensarán que se ha emborrachado con el vino de Marcilla y sabrán ocuparse de él. Lamento no haberle podido ganar de forma individual, pero me alegro de poder contar con una amazona tan heróica como la reina Pantasilea a mi lado...

-Siempre serás mejor poeta que guerrero, Charles.

-Si no me obligan a otra cosa, Agnes. Si no me obligan a otra cosa... Pero tengo una última curiosidad: ¿de verdad os parece a todas tan guapo este mozo borgoñón?

-A mis dueñas, y a lo que parece a todas las vecinas de esta ciudad, desde luego. A mí, que ya me harté de ver muchos parecidos mientras vivía en la corte del duque, no me dice gran cosa. Prefiero sin duda a alguien


"de más de mediana estatura, de rostro poco abultado, de semblante modesto y grave, de una distinguida generosidad, magnificencia y munificencia, que se deleita mucho más que con la guerra, con la música, cuyo artificio conoce bien, y con el trato de los hombres sabios, que es erudito en filosofía moral, especialmente en teología y otras letras, y que tiene ingenio para la pintura y otras artes".

-Ik ou van je, Agnes.

-Nik ere maite zaitut, Karlos.

Y quede como moraleja del cuento que gran verdad es que las palabras de amor suenan bien en cualquier lengua...

Dibujo de la tumba del bon chevalier Jacques de Lalaing
en  la iglesia de Notre Dame de Lalaing,
arrasada durante la Revolución Francesa.


El paso por Pamplona del caballero Jacques de Lalaing está narrado en el capítulo 36 del "Livre des faits du bon chevalier Jacques de Lalaing".

La descripción del príncipe de Viana pertenece a la "Crónica del rey don Juan II de Aragón", de Gonzalo García de Santa María. 

El más que seguro destrozo del idioma flamenco que he perpetrado me pertenece a mí y al traductor de Google.  

© Mikel Zuza Viniegra, 2013