lunes, 19 de diciembre de 2011

EL REY QUE VENCIÓ A LOS DRAGONES II


(Conviene leer antes "El rey que venció a los dragones I") http://cronicasirreales.blogspot.com/2011/12/libro-de-los-teobaldos-23-el-rey-que.html

-Marcos de Limoges, el maestro esmaltador que está ornamentando la tumba de mi padre en la catedral, es capaz de dibujar pájaros que parecen a punto de echarse a volar, yo lo he visto. Así que seguro que sabrá también trazar dragones. Partid inmediatamente para Pamplona, recoged todo lo que él necesite y traédmelo a toda prisa a Tudela, donde yo os estaré esperando a los dos con todo preparado. Salgo ahora mismo hacia allá…

Y en pocas horas repican las campanas de la torre de la Magdalena, porque es el joven rey quien se aproxima raudo a la ciudad cruzando el puente de las tres torres que construyó su tío-abuelo don Sancho. Casi ni tiempo tiene el alcalde de salir a recibirlo, pues para cuando se da cuenta, ya está don Teobaldo dirigiéndose hacia la morería.

-Decidme, don Baldovino, ¿cuáles son a vuestro juicio las baldosas más bellas que se fabrican en vuestra villa?

-Sin duda alguna las que elabora Ismail, el sobrino del alfaquí, señor.

-Pues guiadme hacia su taller, que me urge conocerlo.

Y ciertamente queda atónito el rey con lo que allá ve, pues las azulejerías de colores más vistosos se despliegan ante sus ojos mientras se secan al sol, recién salidas del horno. Todas representan entrelazos, y ninguna figuras humanas o de animales, como le advirtió don Clemente.

-Y puesto en antecedentes por don Teobaldo el primoroso Ismail, no deja éste de maravillarse –aunque se guarde muy mucho de exponerlo en voz alta-, de las tonterías que son capaces de hacer los cristianos por una mujer. Mas como ve tan apremiado al joven, ve también la posibilidad de obtener por medio de su trabajo algo bueno para él mismo, y quizás también para toda la aljama tudelana, así que con toda la prudencia de la que es capaz, para no molestar a tan poderoso señor, y con la ayuda legal de su tío el alfaquí, llega por fin al acuerdo de que si los adoquines quedan del gusto de don Teobaldo, éste perdonará por un año todos los impuestos que la morería debiese tributar, y dispensará de por vida a Ismail y su familia de todas las pechas y gabelas a las que hasta entonces hubiera estado obligado.

Muy alto precio parece a don Baldovino este pacto, pero viendo la cara de alivio del rey, no se atreve a decírselo, que es peligroso contrariar a los gobernantes necesitados…

Y cuando la tinta del documento notarial y la cera del sello regio aún no están secas del todo, llegan desde Pamplona don Clemente y don Marcos, que, casi sin tiempo de refrescarse, se pone a tallar exactamente el mismo dragón de las baldosas champañesas en una matriz de madera que permitirá a Ismail estampar esa imagen en cada cuadrado de barro fresco. Luego deberá pulir muy bien los bordes, para que no queden unas zonas con mayor relieve que otras. Habrá de bañar más tarde cada pieza con una capa de tierra de otro color, que es la que rellenará el dibujo impreso, y tras un par de días dejando reposar las piezas, deberá raspar lo sobrante, buscando la plena nitidez del dibujo. Luego las baldosas deberán ser puestas a secar durante tres o cuatro semanas, aunque en este caso no dispondrán más que de una, y tras ese tiempo aún les será aplicada una ligera capa vítrea antes de ser introducidas todo un día en el horno para su cocción. Finalmente serán impermeabilizados con varias manos de aceite lino y cera de abeja…

Y todos los operarios de los que Ismail puede disponer, se afanan en esos días que Teobaldo les ha dado de plazo, y ponen todo su oficio en llevar a cabo cuanto antes tan cuidadoso proceso. Mientras tanto el rey ha vuelto a su palacio de Tiebas para supervisar el montaje del resto de las baldosas en la gran sala sobre la bodega.

Tiene tan rica estancia nueve ventanas, igual que la del palacio de Saint German, sólo que en aquél, al lado de cada uno de los nueve vanos va pintada en los muros una de las Nueve Bienaventuranzas que Nuestro Señor predicó en la montaña, porque es don Luis de Francia monarca muy piadoso, mientras que en ésta de Tiebas, son las Nueve Musas las que aparecen representadas, y cada una de tan ilustres señoras sostiene en sus manos un verso escrito por el primero de los Teobaldos, que además de gran padre y buen monarca, fue muy famoso trovador y estupendo danzador…



A la semana siguiente, como quedó acordado, llegan por fin las losetas recién hechas en Tudela. Sonríe muy contento el rey al ver que no hay forma de distinguirlas de las originales. Cuando los albañiles terminan de rellenar con ellas los huecos dejados para los dichosos dragones, queda el salón tan hermoso, que se puede asegurar sin temor a equivocarse que no hay otro tan soberbio ni en Francia ni en Champaña…



Y en ese juicio estuvo muy de acuerdo doña Isabel, que pocos días más tarde llegó por fin a Navarra, reino del que había oído decir en París que no tenía ni un solo palacio que mereciera realmente ese nombre. Y verdaderamente así ocurrió, al menos hasta el momento en que su marido Teobaldo II no decidió emprender la construcción de esta sin par morada regia de Tiebas, que lleno de orgullo ahora le enseña…

Y cuando llegan ambos a la estancia embaldosada, no ve apenas nada la reina, pues ha ordenado el rey a los criados que no descorran las cortinas que cubren las ventanas hasta que ambos estén en pleno centro de la sala. Así que al entrar súbitamente los rayos de sol por las apuntadas tracerías, queda Isabel maravillada al contemplar pavimento tan familiar bajo sus pies, y a su esposo tendiéndole la mano justo desde uno de los círculos de los dragones, en cuyo interior no tardan en unirse los dos en un prolongado abrazo, anuncio sin duda de toda clase de dichas para ellos mismos, para Tiebas, y para todo el reino de Navarra…



© Mikel Zuza Viniegra, 2011