lunes, 8 de agosto de 2011

INTIMO CORDE COLLEGI



Palacio de Pau, año 1527

Aunque pocos reyes tendrán palacio más hermoso, y es el Bearne territorio pródigo en todo bien, a Enrique II de Navarra, en esas tardes de verano en las que el viento sur, preñado del espíritu de su tierra natal, supera los pirineos y viene a hacerse dueño de las torres y los paseos de ronda, le da por ponerse nostálgico y por lamentar que hace seis años ya, al memo señor de Asparrot no le diera por fortificar convenientemente las principales ciudades navarras, en lugar de lanzarse a conquistar Logroño, que aunque es villa muy rica y famosa por las viandas que se sirven en su rúa del Laurel -que de buena gana él frecuentaría, si no tuviese la entrada vetada en Castilla-, no formó nunca parte del reino.

Y por esa desdichada estrategia, las tropas leales fueron desbaratadas en Noain, y él había tenido que mantenerse en el exilio, al que partió siendo sólo un niño, pero capaz de recordar aún la agradable frescura de la calle mayor de Sangüesa, con la biblia de piedra de Santa María en un extremo, y el amigable San Salvador en el otro. Y en medio, el palacio de los reyes, repleto de recuerdos de los Sanchos, de los Teobaldos y de los Carlos...

Y todo eso se había perdido, aunque estuviera allí cerca, al otro lado de los montes, y bastase un pequeño empujón para recuperarlo. ¡Quién fuese Carlomagno para cruzar por Roncesvalles una vez más!

Ahora se le ofrece la oportunidad de abrir nuevamente ese paso. El rey de Francia, su amigo Francisco, acaba de proponerle que se case con su hermana, la princesa viuda Margarita de Alençon. Negarse sería desairar a su único posible aliado, aquél que puede garantizarle un potente ejército que luche bajo el estandarte de Navarra para la próxima primavera. Pero la novia tiene trece años más que él, nada menos, y tiene fama de ser tan culta e inteligente que, a su lado, cualquier hombre es más molestia que adorno. Hasta dicen que posee una inmensa biblioteca de cien libros, bastantes más que muchos presuntuosos sabios, y exactamente noventa y siete más que los que ha leído Enrique en su vida, pues sólo recuerda haber ojeado el magnífico "Libro de la Caza", recargado de miniaturas y escrito por su antepasado Gastón de Foix, "La Crónica de los Reyes de Navarra del príncipe de Viana", necesaria para conocer la historia de su país, y un pequeño volumen con las poesias de un tal don François Villon, que convenientemente aprendidas, le sirvieron para franquear las puertas de muchas alcobas femeninas. Aún recuerda algún verso suelto:

"Mais où sont les neiges d'antan..."

No, definitivamente no sabe nada de libros, pero ha oído decir que es en Lyon donde se elaboran los más bellos, así que no tarda en enviar a su maestro de capilla hasta allí con el único cometido de hacerse con uno que sea tan excelente que demuestre a Margarita cuánto la ama.

Y a fe que el enviado cumple concienzudamente su labor, pues en apenas dos meses, tiene en sus manos el rey tan preciada joya. Y mucho se sorprende don Enrique al verse retratado con una margarita en la mano.

-¿Creéis que este gesto de la margarita es regio, maestro? Porque me viene a la cabeza una historia de mi antepasado Teobaldo I, que en trance de tener que idear unas nuevas armas para su reino, abandonando para siempre la lúgubre águila negra de su tío don Sancho, propuso al consejo real la adopción de unas rosas malvas como escudo, con sus flores muy bien pintadas, y sus tallos muy verdes y repletos de espinas. Y fue tal la polémica con los viejos nobles, indignados por tener que seguir a su señor a la guerra bajo el emblema de una flor -que según ellos era sólo cosa de mujeres y de campeones de torneo txirrindulari-, que de nada sirvió que les explicara que él mismo las había arrancado de los jardines del sultán de Damasco, y el príncipe hubo de renunciar a su próposito y escoger finalmente un simple blocado de guerra, que más o menos adornado es el que ahora mismo identifica a Navarra...

-Mucho han cambiado los tiempos, mi señor. Y ahora mismo hasta los muy poderosos reyes de Inglaterra ostentan orgullosos el emblema de la rosa. No debéis preocuparos por lo que piensen los demás, si no por lo que opine vuestra prometida, cuyas armas ya se unen con las vuestras en el dibujo que sirve de complemento al que tanto os preocupa...

-A fe que es un trabajo magnífico, y que yo, con o sin flor en la mano, aparezco muy gallardo con ese gabán dorado forrado de armiño, ese jubón azul y ese sombrero y esas medias y bocamangas carmesís. Y decidme, ¿qué es lo que aquí está escrito? Ya sabéis que a los de Sangüesa no se nos da muy bien el latín...

-"Inveni unam preciosam margaritam,
quam intimo corde collegi."
"He encontrado una preciosa margarita,
que he guardado en lo más profundo de mi corazón."

-Espléndido, querido amigo. Si con estos halagos a su hermana no conseguimos que nuestro futuro cuñado nos proporcione más tropas que las que dicen que tuvo a su disposición el cartaginés Anibal cuando cruzó los Alpes a lomos de elefante, es que ya no se reconoce en estas latitudes la enorme importancia de la familia política. Y os digo que ya me veo yo reconquistando Pamplona, Estella, Olite, Tudela y por supuesto Sangüesa.

Y ya juzgaré yo entonces,en pleno triunfo, si no es el momento de recuperar la muy entrañable divisa de las rosas malvas de don Teobaldo...



"Initiatoire Instruction en la Religion chrestienne pour les enffans". Escrito por Johannes Brenz hacia 1527. Se conserva en la Biblioteca del Arsenal de París.

© Mikel Zuza Viniegra, 2011