jueves, 18 de agosto de 2011

CON EL AIRE SE BATÍAN LAS ESPADAS DE LOS LIRIOS



Granada. Palacio del conde de Lerín, duque de Huéscar.
18 de agosto de 1496

-Habéis tardado mucho en venir, don Martín de Arce. Va a hacer un año ya que fui expulsado de mis tierras por los que se llaman a sí mismos reyes de Navarra, y cerca de nueve meses que todos mis leales se refugiaron conmigo en estos dominios que el rey de Castilla, el magnífico don Fernando, me concedió en atención a mi exilio y desvalimiento. Pero parece que vos os estábais pensando si acudir o no a la llamada de vuestro jefe de linaje...

-No os hagáis de nuevas conmigo, señor conde. Sabéis perfectamente que si los secuaces que habéis dejado allá no hubieran amenazado a mi anciano padre con quemar nuestra torre solariega si mi boda con Inés de Adansa seguia adelante, yo no hubiera venido nunca a este lugar, donde nada se me ha perdido. No acepto que seáis nada mío, sólo otro extorsionador más de los que llevan décadas desangrando Navarra.

-Os convendría callar, don Martín. Bien sabéis que soy hombre de paz, pero no podéis pretender la misma paciencia de estos hombres que me rodean, tan alejados de su país y de su hacienda como yo mismo. En cuanto a vuestro matrimonio, ¿creíais de veras que iba a permitir que os casárais con una bastarda de familia agramontesa? ¿No comprendéis que si vuestro ejemplo cundiese yo ya no podría volver jamás a Navarra?

-¿Y creéis que alguien os echa allí de menos, don Luis? Si así pensáis, todavía estáis más ciego de lo que creía. En fin, queríais que viniera y estoy aquí. ¿Qué se os ofrece?

-Parece que mis hombres no se fían de vos, don Martín. Tranquilizáos, les ocurre siempre con los recién llegados de Navarra. Además, sabemos que el reyezuelo Juan de Labrit pagaría bien por nuestras cabezas. Por eso ideamos un sencillo método para probar fidelidades: estos territorios están recién conquistados para la cristiandad, y aún muchos moros y conversos infestan los montes y caminos alejados. Por cada uno que matamos, se rebelan otros dos, así que no faltan herejes con los que afilar nuestras armas. Cada recién llegado ha de acabar con uno. Y precisamente esta noche tenemos un verdadero plato fuerte, pues estos villanos son hábiles en la propaganda, tanto en su lengua aljamiada como en la nuestra, y corrían estos últimos tiempos por toda la ciudad libelos y pasquines firmados por un tal "príncipe de Granada", que al fin ha sido apresado. Mostraréis vuestro acatamiento hacia nosotros dándole muerte.

-Yo no tengo nada contra él, no mataré a nadie sólo para divertiros.

-Oh, claro que lo haréis, don Martín. Porque si no lo hacéis, quedaréis prisionero en Granada y mientras tanto yo daré orden de que vuestra querida doña Inés de Adansa muera. y todo por culpa de un cobarde que ni siquiera se atreve a acabar con un enemigo de su fe.

-¡Cuánto siento que vuestro padre no muriese en la batalla de Aibar, don Luis, así se hubiera puesto fin a toda vuestra condenada raza de asesinos!

-Tan iluso como de costumbre, don Martín: siempre hay alguien de esa raza en cualquier sitio. Y ahora marchaos y cumplid lo encomendado si sabéis lo que os conviene. Mi criado os conducirá a la casa donde lo tenemos preso. Cuando oscurezca saldréis de la ciudad, no sabemos si hay partidarios suyos buscándolo, y lo mataréis en despoblado, como se hace con los bellacos como él...



-¿Era necesario apalizarlo con tanta saña?

-No os preocupéis tanto por él, don Martín. Total, para lo que le queda de vida... Y espero que os gusten los versos, porque alguno de los golpes ha debido afectarle a la cabeza y lleva la tarde entera repitiendo lo que debe ser todo su repertorio. Quedaos aquí con él, os avisaré cuando sea la hora...

-"No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y montes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre."


-Callad, por favor...

-"Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte."


-No entiendo lo que decís...

-"¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!"


-Dios, no podré soportar este castigo...

-"La noche no quiere venir
para que tú no vengas
ni yo pueda ir.

Pero yo iré
aunque un sol de alacranes me coma la sien.
Pero tú vendrás
con la lengua quemada por la lluvia de sal."


-Yo no quiero hacerlo, pero si no te mato...

-"¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!"


-¡...Ellos matarán a Inés!

-"Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil..."


-Compréndelo, voy a casarme con ella...

-"Le ha preguntado el Papa
que si han pecado.
El le dice que un beso,
mamita,
que le había dado,
niña bonita,
que le había dado,
niña.

Y la peregrinita,
que es vergonzosa,
se le ha puesto la cara,
mamita,
como una rosa,
niña bonita,
como una rosa,
niña.

Y ha respondido el Papa
desde su cuarto:
¡Quién fuera pelegrino,
mamita,
para otro tanto,
niña bonita,
para otro tanto,
niña!

Las campanas de Roma
ya repicaron
porque los pelegrinos,
mamita,
ya se casaron,
niña bonita,
ya se casaron,
niña."


-¡No aguanto más! ¡Carcelero! ¡Carcelero!

-¿Qué queréis? Aún no es la hora..

-¡Quiero que sirváis de funda a mi espada, maldito esbirro!
¡Ánimo, poeta, que ya no hay guardias ni rejas que nos detengan...

-"Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie."


-Mi caballo no podrá con nosotros dos mucho trecho, y no conozco estas tierras. Ese cartel marca hacia Alfacar y Viznar...

-"Por el arco de Elvira
voy a verte pasar
para beber tus ojos
y ponerme a llorar."


-Nos persiguen los lacayos del conde, están a punto de alcanzarnos ya. Me hubiera gustado poder salvaros, pero no debía estar de Dios. Aunque juro que más de uno y más de dos caerán con nosotros. ¡Tener que ir a morir en este secarral granadino, con lo verde que es Arce!

-"Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!"


-¡Enterrad a los dos bajo ese olivo!
¡Sin cruz ni señal de donde reposan, como traidores!


Y fue escrita esta historia para recordar el 75 aniversario del asesinato de Federico García Lorca en la vega de Granada.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, otro poeta más grande...

"Yo pronuncio tu nombre,
En esta noche oscura,
Y tu nombre me suena
Más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
Y más doliente que la mansa lluvia."


© Mikel Zuza Viniegra, 2011